viernes, 3 de junio de 2011

¿De verdad no tenemos tiempo para cocinar?

A fuerza de repetir desde hace demasiados años que “no hay tiempo para cocinar” muchos se lo han acabado creyendo, pero otros muchos jóvenes de ambos sexos  empiezan a cocinar y a interesarse por su manera de alimentarse desde el momento en que se independizan e incluso antes, en la propia casa de sus padres.
¿Por qué debemos hacerlo?
1.  Si se cambia el “chip” y se aprende a cocinar de una manera nueva con las técnicas culinarias modernas que conservan todo el valor nutritivo de los alimentos, se tardará muy poco tiempo y la mayoría de las veces solo se manchará un solo recipiente.
2.  Sabremos exactamente lo que estamos comiendo, no solo la clase de aceite que lleva sino su cantidad y cómo lo hemos calentado para no “quemarlo”, evitando así que pierda sus propiedades nutricionales.
3.  Conoceremos la calidad de todos los ingredientes que hemos adquirido y cómo los hemos manipulado desde su adquisición hasta su elaboración y posterior consumo. 
4.  Sabremos qué cantidad de grasa tienen todos sus componentes si les hemos eliminado previamente y en crudo las “calorías escondidas”, o si los hemos desgrasado después. 
5.  Si se come muy a menudo fuera de casa, es muy difícil saber las calorías que se ingieren a no ser que el menú lo especifique, algo que ya se hace en algunos sitios pero que tendrá que extenderse siempre que las calculen de una manera rigurosa  sin omitir la cantidad de aceite que llevan, porque éste sea de la clase que sea tiene 90 calorías en tan solo una cucharada de aceite. ¡Así que cuidado con todo lo que lleve caldo o salsita ya que unas humildes lentejas pueden haberse cocinado con un exceso de aceite! 
6.  Cuidamos más nuestra salud y ahorramos al mismo tiempo una cantidad considerable de dinero.
7.   Cocinar relaja a muchísimas personas. Puede subir incluso la autoestima y ser muy gratificante.  
No tenemos tiempo para cocinar como nuestras abuelitas, ni tampoco está recomendado hacerlo de esta manera tradicional por mucho que los anuncios en la tele de productos elaborados por la industria alimentaria sigan insistiendo en que son buenísimos porque se han hecho tradicionalmente, como toda la vida, chuf, chuf…” 
Para empezar, los alimentos que tenemos en la actualidad, variadísimos y riquísimos al paladar no tienen nada que ver con los pocos pero naturales de verdad que tenían nuestros antepasados.  

Si le sacáis todo el partido posible a las ollas superrápidas, al microondas, a la nevera y al congelador, sabiéndolos usar todos correctamente, veréis que se puede cocinar en muy poco tiempo, manchando además poquísimo, rentabilizando nuestro tiempo y con más calidad desde el punto de vista nutricional y gastronómico.
Si estáis bien organizados y se planifican las compras con arreglo a lo que se está acostumbrado a comer, o a lo que nos tenemos que acostumbrar si nuestra alimentación no es sana, el meterse 1 día a la semana o cada quince días tan solo unas horas en la cocina, dependiendo del número de comensales, es muy fácil.
El Doctor Fuster en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares organizado por la SEC, Sociedad Española de Cardiología, en Valencia en 2010 señaló “Estamos en un momento en que lo importante no es tanto curar como promocionar la salud. O empezamos a promocionar la salud de manera seria, a través de todas las herramientas posibles, no con anuncios publicitarios que lo único que pretenden es vender sus productos “pseudo saludables” o no podremos afrontar la situación”.
“Hay que educar a los niños para que adquieran hábitos saludables”. “La mejor edad para hacerlo, es desde los 3 hasta los 6 años, porque entonces son verdaderas esponjas”. “Nunca habíamos tenido tanta información sobre alimentos y nunca antes habíamos comido tan mal. Si no comemos mejor y no cuidamos más nuestra salud no es porque nos falten datos, es más bien porque en muchas ocasiones no los tenemos en cuenta. Si no se come bien en casa, es porque no se quiere. El problema de la salud está en la cabeza de cada uno. Comer bien es una cuestión de actitud, no de información”.
Efectivamente hoy nos sobra información que no queremos o no sabemos utilizar porque cambiar el “chip” cuesta.
Hay médicos como Manuel Pombo jefe de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela que afirma, aunque muchos todavía se asusten, que “para combatir la epidemia de sobrepeso y obesidad que tienen los niños actuales hay que tener unos mínimos conocimientos de cómo cocinar“.

 Resumiendo podríamos decir: Dime cómo cocinas y te diré cómo coméis tú y tu familia y si vais a engordar, a manteneros o a adelgazar. 
La falta de información hace que los consumidores puedan ser manipulados, un ejemplo claro lo tenemos hoy en dia con la crisis de los pepinos, de la que ya hablaremos.




http://cristinagaliano.com

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